¿Construir una sombrilla espacial contra el cambio climático?

Javier Vegas

Javier Vegas

El objetivo es bloquear parte de la luz del sol que llega a la Tierra. ¿Cómo se haría?

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El cambio climático es uno de los grandes desafíos al que nos enfrentamos en la actualidad. Una de las soluciones más populares, que se plantea de vez en cuando, es la de colocar una sombrilla espacial, lejos de la Tierra, que bloquee parte de la luz del Sol. Pero… ¿es posible?

Una idea no tan descabellada…

Lo cierto es que el concepto de sombrilla espacial no es nuevo. Ya a finales de los años 90 se planteó algo así. El objetivo es, sencillamente, mitigar los efectos del calentamiento global en la Tierra. Sería un intento por combatir las consecuencias del aumento de gases, de efecto invernadero, provocado por la actividad humana.

A decir verdad, es una de las propuestas más seguras que se pueden plantear. Aunque eso no quiere decir que se pueda llevar a cabo con facilidad. ¿Cuáles son sus ventajas? Principalmente, que elimina incertidumbres.

Concepto artístico de una sombrilla espacial y su efecto. Crédito: Mikael Häggström

Porque, más allá de reducir nuestras emisiones, las soluciones que se plantean suelen incluir la necesidad de modificar la superficie y/o atmósfera terrestre. Es decir, se habla de terraformar nuestro propio planeta. Algo que, desde el punto de vista tecnológico, se encuentra en el reino de la ciencia ficción.

A día de hoy, no tenemos la capacidad de llevar a cabo campañas de esa naturaleza. La terraformación es algo que, en principio, podría ser una realidad para una civilización mucho más desarrollada que la nuestra.

Pero para que eso suceda, tendrán que pasar muchas generaciones y muchos desarrollos tecnológicos. Además, las consecuencias del calentamiento global se dejarán sentir en una escala mucho más pequeña.

En los próximos años y décadas. Así que, en ese sentido, la propuesta de la sombrilla espacial es cuanto menos interesante. No implica alterar ni la superficie ni la atmósfera de nuestro planeta. Consiste en colocar un objeto, en el espacio, entre el Sol y la Tierra. Lanzar naves al espacio no es algo que nos sea desconocido…

¿Cuál sería su destino?

Esa sombrilla espacial debería ser ubicada en un lugar en el que, constantemente, bloquee parte de la luz, del Sol, que llega a la Tierra. Las buenas noticias son que ese lugar existe. Es uno de los conocidos como puntos de Lagrange.

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Se trata de regiones en el espacio, entre dos objetos, en los que podemos colocar un tercer objeto y se mantendrá fijo en ese lugar a lo largo de toda la órbita. De hecho, usamos esos puntos de Lagrange con mucha frecuencia. Son buenos lugares para instalar telescopios que queremos que estén siempre a la sombra del Sol.

Concepto artístico del telescopio SOHO. Crédito: NASA

Se trata de lugares casi estables y, en este caso en particular, nos interesa el punto de Lagrange L1, que se encuentra entre la Tierra y el Sol, a solo 1,5 millones de kilómetros de nuestro planeta. Es un lugar que hemos usado en múltiples ocasiones.

Allí se encuentran, por ejemplo, los satélites SOHO, dedicado al estudio del Sol, y DSCOVR, que observa el hemisferio iluminado de la Tierra (si bien, en el momento de escribir estas líneas, se encuentra fuera de servicio debido a una avería; entrará de nuevo en funcionamiento a principios de 2020).

Podríamos, por tanto, colocar un objeto allí. De hecho, vamos a utilizar un ejemplo real. Se ha propuesto que podríamos instalar allí una enorme nube de pequeños objetos, con forma de disco y un diámetro de 60 centímetros, que bloquearía el 2% de la luz solar.

Suficiente para detener los efectos del calentamiento global. Concretamente, habría que poner 16 billones (sí, con b), de discos, con una masa aproximada de un gramo. Es decir, necesitaríamos poner en órbita unos 20 millones de toneladas, y ocuparían una región de unos 4 millones de kilómetros cuadrados.

Un proceso lento…

Pero… ¿podemos llevar a cabo tal tarea? Desde el punto de vista tecnológico, sí. El diseño de esos pequeños círculos no tiene mucho misterio. Ponerlos en órbita, sin embargo, es harina de otro costal. Se ha calculado que costaría unos 130 000 millones de dólares.

Suponiendo que pudiésemos lanzar unas 100 toneladas al día, se tardaría 20 años en poner todos esos círculos en órbita. Pero no es un punto completamente estable. Es decir, hace falta corregir su órbita, cada cierto tiempo, para mantenerse en el lugar adecuado.

El cohete Saturno V en la plataforma de lanzamiento, antes del lanzamiento de Apolo 17. Crédito: NASA

Eso quiere decir que, sin ninguna intervención, su posición solo será buena durante unas pocas décadas. Quizá incluso solo unos pocos años. Así que sería necesario algún tipo de sistema que mantuviese esos pequeños discos en su lugar.

El mantenimiento de un sistema así, anualmente, podría suponer tranquilamente los 10 000 millones de dólares. Es decir, la NASA tendría que dedicar todo su presupuesto anual a mantener esa sombrilla espacial. Eso suponiendo que se tuviese la capacidad de realizar todos esos lanzamientos, diariamente, que todo fuese bien…

Es decir, ¿podríamos crear una sombrilla espacial? Sobre el papel, sí. En la práctica, sin embargo, poner en órbita algo así sería extremadamente complejo y caro.

Necesitaríamos mucho tiempo, y recursos, para poder mantenerlo en funcionamiento, sin contar el tiempo necesario para llevar a cabo esos lanzamientos, ni lo que supondría que alguno de esos lanzamientos saliese mal y se perdiese el material. Y, mientras tanto, el planeta seguirá calentándose. No es tiempo, precisamente, lo que nos sobra en este asunto…

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