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Viento

¿Qué es el viento?

Llamamos «viento» al flujo de aire. Por lo general, el término hace referencia a los movimientos horizontales, mientras que se utiliza «corrientes» para hablar de los desplazamientos verticales.

El viento es una magnitud vectorial, y para definirlo se necesitan conocer sus dos componentes: dirección y velocidad. Ambas están condicionadas por las diferencias de presión atmosférica, que son la principal causa de que el aire se mueva.

Además, como permite el transporte de masas de aire, es un factor determinante para el tiempo atmosférico, ya que puede favorecer cambios en la humedad y la temperatura del entorno.

¿Por qué se produce?

El viento se produce en escalas muy diferentes, desde flujos intensos originados por una tormenta (pocos minutos de duración) hasta brisas locales provocadas por diferencias de presión en superficie (persisten varias horas). Incluso existe a gran escala, donde el calentamiento diferencial entre distintas regiones del planeta actúa como forzante principal. 

El calentamiento desigual en la superficie terrestre permite diferencias de temperatura en distintas zonas geográficas y entre distintos puntos de la atmósfera. Esto, a su vez, implica distintos valores de presión atmosférica, lo que provoca el movimiento del aire. Entonces, podemos decir que la energía térmica (proveniente del Sol) se transforma en energía cinética, generando el desplazamiento de masas de aire entre diferentes regiones del planeta.

Las diferencias de presión fuerzan el movimiento del aire, que se desplaza desde las altas presiones (anticiclones) hacia las bajas presiones (ciclones), para intentar recuperar el equilibrio. Sin embargo, esta trayectoria no es directa, sino que también actúan otras fuerzas sobre el viento, siendo la de mayor importancia la «fuerza de Coriolis», provocada por la rotación del planeta. Esta última se manifiesta con mayor intensidad a medida que nos alejamos del ecuador y es máxima en los polos. Provoca una desviación del viento hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur. 

Por este motivo, en el hemisferio norte el viento gira en sentido antihorario alrededor de los sistemas de baja presión y en sentido horario alrededor de los anticiclones, mientras que en el hemisferio sur ocurre lo opuesto.

Velocidad del viento

La velocidad (o intensidad) del viento se expresa normalmente en kilómetros por hora (km/h) o metros por segundo (m/s). Aunque también suele emplearse el nudo (kt) como unidad de medida, principalmente en náutica. 

La magnitud depende de qué tan intenso es el gradiente de presión entre dos áreas, es decir, qué tan grande es la diferencia de presión entre las mismas.

Entonces, cuando miramos un mapa de presiones, si las isobaras están muy poco separadas entre sí, entendemos que el viento será intenso. Normalmente, a nivel global, esto ocurre en altas latitudes.

Por otra parte, debe considerarse que la velocidad disminuye cuando aumenta la fricción con la superficie. Por este motivo, es normal que se registren vientos más intensos en la costa que en el interior del continente.

La escala de Beaufort clasifica los vientos tanto por su intensidad como por los efectos que produce en tierra y mar. Como resultado, se distinguen 13 niveles:

  • Nivel 0: Calma. Viento de 0 a 1 km/h.
  • Nivel 1: Ventolina. Viento de 2 a 5 km/h.
  • Nivel 2: Flojito (brisa muy ligera). Viento de 6 a 11 km/h.
  • Nivel 3: Flojo (brisa ligera). Viento de 12 a 19 km/h.
  • Nivel 4: Bonancible (brisa moderada). Viento de 20 a 28 km/h.
  • Nivel 5: Fresquito (brisa fresca). Viento de 29 a 38 km/h.
  • Nivel 6: Fresco (brisa fuerte). Viento de 39 a 49 km/h.
  • Nivel 7: Frescachón (viento fuerte). Viento de 50 a 61 km/h.
  • Nivel 8: Temporal (viento duro). Viento de 62 a 74 km/h.
  • Nivel 9: Temporal fuerte (muy duro). Viento de 75 a 88 km/h.
  • Nivel 10: Temporal duro (temporal). Viento de 89 a 102 km/h.
  • Nivel 11: Temporal muy duro (borrasca). Viento de 103 a 117 km/h.
  • Nivel 12: Temporal huracanado (huracán). Viento de 118 km/h.

Los incrementos breves y repentinos de intensidad, se denominan «ráfagas» o «rachas» de viento. Por otra parte, los vientos fuertes que tienen una duración intermedia (1 minuto aproximadamente) se conocen como «turbonadas», mientras que los vientos de larga duración (horas o días) se nombran en función de su origen (brisa, temporal, huracán, etc.)

El instrumento que se utiliza para medir la intensidad del viento se llama «anemómetro», tanto la velocidad instantánea como las rachas. Como el viento es muy variable, se suele tomar un valor medio en intervalos de 10 minutos para obtener así un viento medio.

Los anemómetros más utilizados son los llamados “anemómetros de cazoletas”, que se componen de un pequeño molino de 3 aspas con cazoletas en sus extremos. Estas son movidas por el viento, y permiten calcular su intensidad en función de la cantidad de vueltas que den por segundo. Por lo general, estos anemómetros están integrados en estaciones meteorológicas y asociados a una veleta, que se utiliza para obtener la dirección del viento.

Dirección del viento

La dirección del viento indica de dónde proviene el flujo de aire, no hacia dónde se dirige. Como ejemplo, si hablamos de “viento norte” nos referimos a aquel que se desplaza desde el norte hacia el sur. 

La dirección se mide en grados, de 0° a 360°, en sentido horario y tomando como referencia o “valor cero” el norte geográfico. El valor 0° (o 360°, dado que en un círculo se superponen) indica viento norte, los 90° indican viento del este, los 180° indican viento sur, y los 270° indican viento del oeste. Los valores intermedios determinan el resto de las posibles componentes, como noreste, sureste, suroeste y noroeste, entre otras.

La dirección del viento resulta aproximadamente paralela a las isobaras (líneas de igual presión), pero, en los niveles más bajos, la fricción con la superficie hace que el flujo se desvíe y las cruce ligeramente. Como regla general, el viento deja las altas presiones a la derecha y las bajas presiones a la izquierda en el hemisferio norte, y lo contrario en el hemisferio sur. 

Para medir la dirección del viento se utiliza una «veleta», que prácticamente es un dispositivo giratorio que incluye una placa de libre movimiento, un señalador con forma de flecha en su punta y una cruz horizontal que refleja los puntos cardinales. Entonces, cuando el viento sopla, la fecha refleja su dirección.

En los aeropuertos por lo general se utilizan mangas de viento para medir su dirección y, en algunos casos, su fuerza. También pueden verse a los costados de algunas carreteras, donde el viento lateral puede representar un riesgo.

Tanto la dirección como la velocidad del viento suelen medirse a unos 10 metros respecto del suelo. Esto es para evitar la influencia de los árboles y otras estructuras que puedan afectar las mediciones.

Fuerzas determinantes en el viento

Las principales fuerzas que condicionan la velocidad y dirección del viento a escala global son el gradiente de presión y la fuerza de Coriolis. La primera genera que el viento tienda a moverse desde las altas presiones hacia las bajas presiones, y la segunda desvía su trayectoria hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur.

Cuando consideramos que el viento es paralelo a las isobaras, estamos haciendo una «aproximación geostrófica», donde las fuerzas actuantes se limitan al gradiente de presión y a la Coriolis, despreciando fuerzas menores como la fricción y la centrífuga. Esta aproximación resulta aceptable sobre el océano, donde la fricción con la superficie es menor, y también en niveles medios y altos de la atmósfera.

Por otra parte, la fuerza centrífuga (generada por la curvatura de las isobaras en los centros de alta y baja presión) debilita la circulación inducida por el viento geostrófico alrededor de las bajas presiones y la refuerza alrededor de las altas presiones. Esta fuerza se dirige siempre hacia fuera del núcleo en ciclones y anticiclones.

A su vez, la fricción tiene un efecto muy importante en las capas más superficiales de la troposfera, ya que desvía ligeramente la dirección del viento hacia las bajas presiones. Como se dijo anteriormente, este efecto resulta despreciable en capas medias y altas de la atmósfera, y es menos importante sobre el mar que sobre tierra.

Por último, el viento también se ve condicionado por los accidentes geográficos e influencias térmica de menor escala que existen sobre los continentes, lo que genera otra desviación en la aproximación geostrófica. Por tal motivo, es evidente que a escala local se necesita considerar fuerzas menores para la determinación de la dirección y la velocidad del viento. Esto es lo que se conoce como «componente ageostrófica».

Tipos de vientos

El viento se puede clasificar de diferentes maneras. Ya se mencionó la clasificación en función de su intensidad (escala de Beaufort) y en función de su dirección (las componentes mencionadas). También podemos hacer una distinción según su escala o magnitud de recorrido, y definir tres tipos de viento: vientos globales o planetarios (circulaciones primarias), vientos regionales (circulaciones secundarias) y vientos locales (circulaciones terciarias). Los últimos dos pueden ser difíciles de diferenciar, por lo que también suelen agruparse en una misma categoría.

Vientos planetarios y circulación general

Los vientos globales o planetarios son los que recorren cientos o miles de kilómetros sobre el planeta, y transportan grandes cantidades de energía térmica, contribuyendo a la regulación de la temperatura global. En superficie, existen los siguientes:

  • Alisios

Son vientos del noreste en el hemisferio norte y del sureste en el hemisferio sur, que soplan en las regiones intertropicales (entre el ecuador y los 30° de latitud, aproximadamente), con mayor constancia en verano.

Son típicos, por ejemplo, en las Islas Canarias, donde su presencia genera un gran contraste climático entre el norte y el sur de las islas con mayor relieve.

También han sido muy relevantes a través de la historia, ya que permitieron la existencia de algunas rutas comerciales marítimas muy importantes.

  • Vientos del oeste

Son flujos que se mueven hacia el este, entre los 30° y los 60° de latitud en ambos hemisferios.

Pueden ser muy intensos, especialmente en el hemisferio sur, donde existe una mayor superficie oceánica (menos obstáculos que frenen al viento). Alcanzan su máxima intensidad entre los 40° y los 50° de latitud. Por otra parte, se debilitan en la estación cálida, como consecuencia de un menor gradiente de temperatura y presión entre el Polo y el ecuador.

Los vientos del oeste regulan el clima de Europa, y permiten que la fachada atlántica (a barlovento) sea más lluviosa.

  • Vientos polares del este

Son vientos fríos y secos que soplan desde las altas presiones polares hacia las bajas presiones ubicadas a mayor latitud, y se desvían por el efecto de Coriolis (hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur). Existen entre los 60° y los 90° de latitud, y son más débiles e irregulares que los vientos del oeste.

La existencia de estos vientos se debe al comportamiento de la Circulación General de la Atmósfera, que se define como el conjunto de movimientos que caracterizan al flujo atmosférico a escala global, generados por la diferencia de radiación solar incidente entre los polos y las regiones tropicales. Este desequilibrio se compensa mediante la transferencia de energía desde el Ecuador a los Polos, a través de la atmósfera (vientos) y los océanos (corrientes oceánicas).

La circulación global puede explicarse a partir del modelo simplificado que establece tres grandes celdas de circulación atmosférica (Hadley, Ferrel y Polar) en cada hemisferio, encargadas de transportar el calor entre la región ecuatorial y los polos. Este modelo se conoce comúnmente como “modelo de las tres celdas”.

Su existencia justifica los principales vientos planetarios mencionados, así como la presencia de los grandes sistemas de baja y alta presión, como las bajas tropicales, las altas subtropicales, las bajas de latitudes medias y las altas polares.

  • La celda de Hadley se ubica entre el Ecuador y los 30° de latitud, delimitando las regiones tropicales y extratropicales. Es responsable tanto de los vientos alisios como del movimiento de masas de aire tropicales.

Los vientos alisios convergen cerca del ecuador, en la llamada «Zona de Convergencia Intertropical» (ZCIT). Esto provoca que el aire cálido ascienda desde los niveles inferiores, para luego enfriarse y condensarse en altura, y así formar nubes que favorecen la aparición de lluvias y tormentas intensas en la región.

Considerando las estaciones del hemisferio norte, podemos decir que la ZCIT se mueve hacia el norte en verano y hacia el sur en invierno (ocurre lo contrario si consideramos las estaciones del hemisferio sur).

En altura, los vientos se dirigen hacia latitudes mayores (hacia el norte en el hemisferio norte y hacia el sur en el hemisferio sur), de forma que el aire se enfría en su desplazamiento. Este enfriamiento provoca un aumento en la densidad, por lo que el aire tiende a descender cerca de los 30° de latitud. De esta manera, tiene lugar una zona de subsidencia de aire muy seco que da origen a las altas presiones subtropicales (como el anticiclón de las Azores). Estas regiones se caracterizan por tener escasas precipitaciones y viento muy débil, por eso albergan la mayor parte de los grandes desiertos.

Por otra parte, en la región subtropical, los vientos en superficie divergen y se bifurcan hacia el norte y hacia el sur. Los flujos que se mueven hacia latitudes menores (hacia el sur en el hemisferio norte y hacia el norte en el hemisferio sur) son desviados por Coriolis, generando los vientos alisios. Estos vientos vuelven a converger en superficie en la ZCIT, cerrando así la celda de Hadley.

  • La celda de Ferrel se ubica entre los 30° y los 60° de latitud, y es responsable tanto de los vientos del oeste como del transporte de masas de aire en zonas templadas.

No todo el aire que subside en el alta subtropical vuelve hacia el ecuador, sino que parte de este continúa hacia latitudes mayores (hacia el norte en el hemisferio norte y hacia el sur en el hemisferio sur), donde por efecto de la fuerza de Coriolis tiene lugar una desviación y se generan los vientos del oeste en las latitudes medias.

Alrededor de los 60° de latitud, los vientos que se dirigen hacia las altas latitudes en superficie se encuentran con el aire de la celda Polar, y se produce una zona de convergencia llamada «frente polar», que define la frontera entre el aire frío polar y el aire más templado de latitudes medias.

En esta región se originan los sistemas de baja presión que afectan al continente europeo, principalmente en invierno. Debido a la convergencia, el aire se ve forzado a ascender, favoreciendo la formación de nubosidad y precipitaciones. En altura, similar a lo que ocurre en la celda de Hadley, el aire que asciende se bifurca hacia el polo y hacia la zona de subsidencia subtropical, donde nuevamente desciende, cerrando la celda de Ferrel.

  • Por último, tenemos la celda Polar, que se ubica entre los 60° y los 90° de latitud, y es responsable tanto de los vientos polares del este como del transporte de masas de aire polar. Es la celda que produce la circulación más débil.

En la región del Frente Polar, el aire se ve forzado a ascender, y la divergencia en altura genera que parte de ese aire se desplace hacia el Polo. En su recorrido, el aire se enfría y se vuelve más denso, lo que provoca su descenso en los polos y da lugar a las altas polares, con aire muy frío y seco.

En superficie, los vientos soplan desde las altas polares hacia las bajas subpolares, y, por la acción de la fuerza de Coriolis, se producen los vientos polares del este.

No obstante, debe tenerse presente que la Circulación General de la Atmósfera no es simétrica, sino que se ve alterada por la presencia de continentes, montañas y masas de hielo. En latitudes mayores a los 30°, en el hemisferio sur tenemos una superficie mayormente oceánica, mientras que en el hemisferio norte encontramos más superficie continental. Además, el Polo Norte se conforma de una gran masa de hielo flotante, mientras que en el Polo Sur existe una superficie continental.

Vientos regionales y locales

Los vientos regionales se deben principalmente a la distribución de continentes y océanos, pero también a la ubicación de los grandes relieves y los contrastes térmicos.

Son flujos periódicos y estacionales, y su dirección puede variar a lo largo del año o incluso en un mismo día. Pueden abarcar regiones más o menos amplias, y se denominan “vientos locales” si son de menor escala.

  • Monzón

Es un viento estacional que ocurre principalmente en el sur de Asia, como consecuencia del contraste térmico entre el océano Índico y el continente. En menor medida, también ocurre en zonas de Australia, África y América.

Es posible hacer una distinción entre el monzón de invierno y el monzón de verano, según la dirección del viento. Además, debido a su gran escala, puede considerarse como un viento cuasi planetario.

Durante el verano, la superficie continental alcanza una temperatura mayor que la oceánica. Esto genera que el aire por encima del suelo también se caliente más y ascienda, provocando una disminución de la presión sobre el continente. El resultado es un gradiente de presión entre la tierra (menor presión) y el océano (mayor presión).

Entonces, como el viento se desplaza desde las altas hacia las bajas presiones, se producen flujos de aire desde el océano hacia la masa continental. Este viento llega cargado de humedad, y se encuentra con la cordillera del Himalaya, entre otras áreas montañosas, originando precipitaciones muy intensas y continuas sobre la India y otras partes del sur asiático.

Este fenómeno es conocido como “monzón de verano” o “monzón húmedo”. Debido a que el calentamiento es un proceso gradual, y que puede adelantarse o retrasarse en función del año, la temporada monzónica de verano en India puede comenzar entre abril y junio, y finalizar entre septiembre y noviembre.

En cambio, durante el invierno, la temperatura de la superficie oceánica es mayor a la continental, por lo que la situación se invierte, y las bajas presiones dominan sobre el océano, no sobre el continente. En este caso, el flujo de aire se dirige desde el interior del continente asiático hacia el océano Índico, y el resultado es un viento mucho más frío y seco, que desplaza las lluvias a las islas del sudeste asiático, y genera sequía en India.

Este fenómeno se conoce como “monzón de invierno” o “monzón seco”, y sucede entre octubre y abril aproximadamente.

Si bien los monzones contribuyen a la economía en India y otras zonas del sur asiático, debido a las lluvias necesarias para el cultivo de arroz y algodón, las precipitaciones pueden llegar a ser torrenciales y muy persistentes, generando graves inundaciones y corrimientos de tierras.

  • Ciclones y anticiclones

Los sistemas de baja presión o “ciclones” generan una rotación del viento antihoraria en el hemisferio norte y horaria en el hemisferio sur, mientras que los sistemas de alta presión o “anticiclones” inducen una rotación horaria en el hemisferio norte y antihoraria en el hemisferio sur.

En la zona delantera de los ciclones (al este del núcleo) se dan vientos templados y cargados de humedad, que pueden ser más o menos intensos según la profundidad del sistema. Pero, a medida que estos se desplazan, los vientos rotan desde el sur hacia el norte en el hemisferio norte, y desde el norte hacia el sur en el hemisferio sur, provocando vientos fríos y más secos.

Por lo general, los anticiclones son más estáticos, con vientos más débiles que rotan en sentido opuesto a los ciclones. Estos sistemas no suelen provocar precipitaciones, a excepción de las que puedan generarse por factores orográficos.

  • Tormentas

Las nubes de tormenta, o nubes cumulonimbus, se desarrollan por efecto de la convección, debido al ascenso de masas de aire cálido y húmedo. Cuando existe una gran diferencia de temperatura entre distintos niveles de la atmósfera, el contraste térmico provoca fuertes movimientos de aire ascendentes y descendentes en el interior de estas nubes, que pueden producir fuertes precipitaciones con actividad eléctrica, y ráfagas de viento muy intensas en superficie.

Las tormentas pueden generar dos fenómenos de viento muy parecidos, pero no iguales: las corrientes descendentes y los frentes de ráfaga. El primero de estos consiste en un flujo de aire descendente que, luego de bajar rápidamente, se desplaza de manera horizontal y a gran velocidad sobre la superficie, a lo largo de unos pocos kilómetros y en todas direcciones. Percibimos este fenómeno como un viento muy intenso y repentino que nos alcanza desde la tormenta.

Las corrientes descendentes pueden ser húmedas o secas, dependiendo si la precipitación llega al suelo o se evapora antes.

Por otra parte, el frente de ráfaga forma parte del ciclo de vida normal de una tormenta. Este fenómeno consiste en una fuerte ráfaga que se produce en la parte delantera de la tormenta, entre el aire frío que desciende de ésta y el aire más cálido del entorno. Cuando ocurre, en superficie percibimos un aumento brusco en la presión atmosférica, un decaimiento de la temperatura y un giro en la dirección del viento.

Por último, algunas tormentas severas pueden generar tornados, que son torbellinos de aire que descienden desde la base de una cumulonimbus hasta la superficie, y pueden provocar ráfagas de viento muy fuertes, incluso mayores a los 300 km/h.

  • Viento Foehn

Es un viento seco y cálido, en ocasiones fuerte, que sopla a sotavento de las grandes cadenas montañosas, es decir, sobre las laderas contrarias a la dirección de la que procede el viento.

El nombre “Foehn” es genérico, proveniente del alemán, que se ha adoptado del viento sur típico de la vertiente norte de los Alpes. El fenómeno ocurre cuando el viento sopla perpendicular a una cordillera, tal que la masa de aire se ve forzada a ascender. Esto genera el enfriamiento y la condensación del aire, por lo que, si la humedad es suficiente, se forman nubes y precipitaciones en la ladera expuesta al viento (barlovento).

Entonces, cuando el aire desciende por la otra ladera, lo hace mucho más seco, y a medida que se encuentra con presiones mayores (debido al descenso) sufre un calentamiento y una aceleración. Por este motivo, el clima tiende a ser más seco y cálido a sotavento de la barrera montañosa.

  • Brisas marina y terrestre

Son flujos de aire propios de zonas costeras, que recorren una distancia entre la tierra y el mar, con una dirección que varía entre el día y la noche. Las brisas de mar y tierra se deben al contraste térmico entre ambas superficies (continental y oceánica).

Durante el día, el suelo continental se calienta más que la superficie del mar. Esto provoca que el aire en tierra, cercano a la superficie, también se caliente más y ascienda, generando un decaimiento de la presión en esta zona. Entonces, para compensar el desequilibrio, tiene lugar una brisa de aire fresco que se mueve desde el mar hacia la costa, que se conoce como brisa de mar. Por este motivo, las temperaturas máximas costeras no son tan elevadas como ocurre en zonas tierra adentro durante el verano.

En cambio, por la noche, la superficie continental se enfría más que la oceánica, por lo que se genera el efecto contrario. De esta manera, tiene lugar la brisa de tierra, que se mueve desde el continente hacia el océano. Generalmente es más débil que la brisa de mar (sobre todo en verano), ya que el gradiente térmico (y de presión) es menor que durante el día. El origen de este fenómeno es similar al de los monzones, pero a menor escala temporal y espacial.

  • Brisas de montaña y de valle

Similar a las brisas de tierra y mar, son flujos de aire cíclicos que cambian de dirección entre el día y la noche. Ocurre durante periodos de calma, en situaciones anticiclónicas.

Durante la noche, el aire más cercano al suelo se enfría por la emisión de radiación infrarroja desde la superficie terrestre hacia el espacio, volviéndose más denso que el entorno. Entonces, por efecto de la gravedad, se ve obligado a descender por las laderas de las montañas hacia los valles. Es lo que llamamos brisa de montaña o viento catabático. En general, es débil y se produce durante la noche o las primeras horas de la mañana, antes de que comience el calentamiento diurno.

Durante el día, en cambio, tiene lugar un flujo de aire contrario, que asciende por las laderas desde los valles hasta las cimas. Esto se conoce como brisa de valle o viento anabático, y también suele ser débil, aunque en días calurosos se puede intensificar y contribuir a la formación de nubes cumuliformes.

Efectos del viento

El viento es un agente transportador en la atmósfera, y no solo de las propiedades del aire, sino que permite el desplazamiento de las nubes y las precipitaciones. También favorece la dispersión de contaminantes y el movimiento de partículas a gran escala (como cuando llega calima desde África a Europa). Además, hace posible la polinización de las plantas mediante el transporte de las semillas.

Otro de sus efectos está ligado a su capacidad de modelar el relieve, ya que es un agente erosivo muy importante (principalmente en zonas desérticas). De igual manera, actúa como agente de sedimentación, dado que cuando pierde velocidad, deposita sobre el suelo los materiales que transporta. Un ejemplo de esto último son las dunas, que se originan gracias al desplazamiento y acumulación de arena provocado por la acción del viento.

Por otra parte, es indispensable para diferentes actividades humanas. El viento mueve los veleros en el mar, como también los globos y planeadores en el aire. También se necesita para realizar algunos deportes como el surf y el parapente.

Aún así, es importante remarcar que el viento puede tornarse un agente destructivo, sobre todo en caso de tornado o ciclón tropical.

Aprovechamiento del viento

El viento puede inducir movimientos (energía cinética), y con la tecnología correcta podemos obtener la llamada «energía eólica». Podemos conseguir este tipo de energía a partir de la instalación de aerogeneradores en lugares estratégicos, donde son habituales los vientos intensos. Una vez colocados, estos emplazamientos reciben el nombre de «parques eólicos».

La energía eólica es renovable, y no representa ningún problema para el medio ambiente. Nos permite obtener energía eléctrica a partir del movimiento del aire. Los únicos inconvenientes están asociados al “impacto visual” que generan las instalaciones, y a que todavía no se han creado sistemas lo suficientemente grandes como para almacenar energía en cantidades significativas y de manera eficiente.